martes, 2 de septiembre de 2008

ESTRUCTURA MUSCULAR

El sistema muscular está compuesto por 517 músculos. En otros animales, el eje vertebral está unido por ligamentos, pero en el gato están sustituidos por pequeños haces de músculos insertados en los huesos formando un sistema de levas que el animal utiliza para la realización de determinados movimientos del cuerpo: estirarse, desperezarse, arquear la espalda o enroscarse.
Aparato digestivo.-
El aparato digestivo es el típico de los mamíferos que ingieren calorías concentradas: estómago piriforme, colon ancho y corto, y un intestino que no supera los dos metros de longitud. Dado que mastican muy poco, la asimilación de la comida está confiada a los potentes jugos gástricos.
Aparato respiratorio.-
El ritmo respiratorio del gato es mucho más rápido que el del hombre, con una frecuencia cuatro veces superior. Cuando tiene calor, el animal mantiene la boca abierta y utiliza la respiración como mecanismo de enfriamiento.
La temperatura corporal es de 38 a 38,5 ºC; el ritmo cardiaco es de 110 a 140 pulsaciones.
El pelo.-
En el gato persa aparecen tres tipos de pelos: pelos dominantes, pelusa (pelaje interno) y cerdas.
Los pelos primarios (dominantes y cerdas) son duros y gruesos, y cecen cado uno en un folículo. Los secundarios (pelaje interno) despuntan, en grupos, en simples aberturas foliculares.

El tacto.-
En toda la piel del gato hay terminaciones nerviosas que reaccionan ante los estímulos táctiles y transmiten las informaciones al cerebro.
En la dermis y en el estrato de grasa de las almohadillas plantares se encuentran los grandes receptores. También están en la lengua que, al reaccionar al calor y al frío, colabora con los sentidos del olfato y del gusto en la identificación del sabor de los alimentos.
Los folículos del pelo también cuenta con receptores táctiles.
En los pelos del bigote y en las víbrisas este sistema está especialmente desarrollado, y gracias a ellos el gato puede desenvolverse con toda libertad en la oscuridad.
La sensibilidad al calor no se hace dolorosa hasta que no se superan los 52 ºC.
El olfato.-
La nariz, húmeda y fresca, negra o rosada, es, como en todos los animales, el órgano del olfato. Pero en nuestro pequeño felino este sentido es altamente determinante a la hora de activar otros sentidos y otros mecanismos fisiológicos.
Aunque esté hambriento, el gato no se acerca al plato de la comida si el olor no le satisface, y no da muestras de amistad y de confianza a nadie cuyo olor no sea de su agrado.

El gusto.-
La parte central de la lengua está recubierta por unas minúsculas papilas córneas carentes de receptores gustativos, y que utiliza como cepillo durante las operaciones de limpieza. En cambio, las grandes papilas, que se encuentran en la punta, en los lados y en la parte posterior de la lengua son las del gusto.
La interacción del olfato con el gusto es muy importante, y determina, a menudo, las preferencias alimentarias del gato desde los primeros meses de vida.
Al alcanzar la vejez, las capacidades olfativas se alteran, con la consiguiente disminución del apetito.

El oído.-
Las orejas poseen unos treinta músculos que permiten el movimiento de los pabellones auditivos, que se comportan como receptores capaces de orientarse con mucha rapidez en la dirección del ruido, lo que permite al animal localizar su origen.
El oído cuenta con unas terminaciones nerviosas que ayudan al cerebro a sentir la posición del cuerpo respecto al suelo y que, por lo tanto, colaboran en el mantenimiento del equilibrio.

La vista.-
Una pequeñísima cantidad de luz, igual a la que emite una estrella casi invisible a simple vista, es captada claramente por la retina del gato, cuya sensibilidad es cuarenta veces superior a la del hombre.
Esta superioridad se debe a un tejido especial que recubre la parte posterior de la retina y que está formado por un estrato de células iridiscentes capaz de reflejar y ampliar la luminosidad que recibe del exterior.

El ojo del felino posee dos tipos de células fotosensibles a los rayos infrarrojos y ultravioletas, que le proporcionan una visión nocturna muy superior a la humana.

El iris tiene unos músculos que hacen dilatar o contraer la pupila en función de la intensidad de la luz. Cuando la acción de la luz es intensa, la pupila se contrae formando una elipse cada vez más estrecha, mientras que si la luz es escasa, la pupila aumenta tanto su tamaño que llega a ocupar todo el espacio disponible para no perder el más tenue rayo. En el ángulo interno del ojo aparece una pequeña parte del tercer párpado o membrana nictitante, que protege el ojo y lo mantiene limpio.

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